Congreso UFLO - Neuquen, 2015

Arquitectura para una sociedad tecnológica *

El ejercicio de la arquitectura conlleva necesariamente un diálogo con el pasado, la construcción de un presente y la posibilidad cierta de un futuro en normal desarrollo para las próximas generaciones.

Es entonces que el concepto de sostenibilidad, tan mencionado hoy en día en el ejercicio de la arquitectura, radica desde el inicio como condición inherente al proyecto, y se basa sobre el  imprescindible cuestionamiento de la necesidad misma de toda acción al momento de la propia concepción arquitectónica, e indisociable del buen hacer.

El legado de Mies van der Rohe se presenta como uno de los más influyentes del siglo XX, y que ha sabido trascender el devenir del tiempo. La universalidad de su hacer, junto al de otros maestros de la modernidad, se ha constituido en plataforma para el ejercicio arquitectónico actual. Su modo de hacer se ha caracterizado por la aparente facilidad y sencillez de sus decisiones y movimientos, como sólo el buen deportista que a fuerza de disciplina, rigurosidad y entrenamiento puede alcanzar.

Referido a los conceptos del hacer, Mies van der Rohe en su discurso de 1960 afirmaba -con motivo de la distinción del Real Instituto Británico de Arquitectura- : .”.He intentado hacer una arquitectura para una sociedad tecnológica….He querido que todo fuera razonable y claro, y que tuviéramos una arquitectura que cualquiera pudiera realizar…”.(1).

De claros principios y carácter universal, las expresiones de Mies manifestaban la vinculación de la disciplina del habitar con su principal destinataria, la propia sociedad, y sus medios tecnológicos.

Comprendiendo la contemporaneidad de aquella afirmación, y con el objeto de construir un hacer superador de aquellos principios, valdría revisitar aquel legado y preguntarse cómo redefinir la arquitectura hoy -entendida como disciplina del habitar-, cómo redescribir la sociedad contemporánea a través de sus procesos de modernización, y qué relación establecer con la tecnología, con el objeto de producir arquitectura para nuestras sociedades tecnológicas venideras.

Arquitectura moderna revisitada 

Muchas fueron las definiciones que dieron los maestros de la modernidad sobre la arquitectura, quizás la más contemporánea, expresada por el propio Mies, pueda servir para comprender los vínculos indisociables entre arquitectura y civilización, entre tiempo y espacio:

“La arquitectura es la voluntad de una época traducida al espacio. Hasta que esta simple verdad no sea reconocida, la nueva arquitectura será insegura y vacilante. Hasta entonces será un caos de fuerzas sin dirección. Una cuestión como la de la naturaleza de la arquitectura tiene importancia decisiva. Debemos entender que toda la arquitectura está basada sobre su propio tiempo, que sólo puede manifestarse en tareas vivas y en medio de su propio tiempo. En ninguna edad ha sido de otro modo.”  (2)

Eficiencia, lógica, precisión, claridad de pensamiento y acción, serán entonces algunos de los conceptos recorridos en el legado de Mies y su obra, de aprehensión imprescindibles para el ejercicio actual de la arquitectura y como modo de evitar un proceso de ahistoricidad frecuente en muchos ejercicios arquitectónicos de nuestra actualidad.

Lejos de especulaciones estéticas concebidas desde afuera, los artefactos contenían una auto-ordenación disciplinada, condicionada por los materiales y sus aplicaciones funcionales. La construcción lógica y sencilla derrotaba cualquier voluntad formal al tiempo que la belleza se manifestaba y revelaba durante la construcción de los edificios.

Concibiendo la forma como consecuencia de la estructura y no como la razón de la propia construcción, y entendiendo la estructura como una idea general y no una solución especial, es donde radican los conceptos y principios estructurales del legado de Mies.

La historia de las artes visuales (y la arquitectura podría considerarse una de ellas) siempre estuvo signada por los cambios de visión del hombre respecto a su entorno. Construir una visión superadora de nuestra relación con el paisaje, respecto de la herencia moderna -vinculada a un puro visibilismo y de consideración del paisaje como fondo de figuras- es nuestra tarea. Una relación no sólo desde visiones unilaterales vinculadas a las crisis imperantes: energéticas, ecológicas, económicas y alimentarias, sino a través de nuevos vínculos totalizadores entre humanos y el medio físico, considerando este último como sujeto capaz de ser “escuchado” y factible de establecerse un diálogo de igualdad -abandonando la concepción objetual del medio y por ende su mera explotación y utilización-, con el objeto de iniciar finalmente un desarrollo sostenido, simultáneo y mútuo.

Sociedades de la modernización

Redescribir las sociedades modernas, implica reestablecer las conexiones con los verdaderos principios de los modernismos del siglo XIX y XX, sobre el legado de las esperanzas colectivas de progreso moral y social, de libertades personales y felicidad pública que dejaron los modernistas de la ilustración, y abandonar de lado los postulados de la posmodernidad que indicaban el fin de la modernidad, el desprecio por todo progreso social y el agotamiento de aquellos principios modernos.

Las sociedades modernas han sido alimentadas por diversos factores, los grandes descubrimientos en la ciencia que han cambiado nuestra cosmovisión y nuestro posicionamiento en el universo, la industrialización de la producción que transformó el conocimiento científico en tecnología, generando nuevos entornos físicos y destruyendo otros, cambiando y acelerando el ritmo de vida de millones de personas, trasladándolas a nuevas conglomeraciones urbanas, de crecimiento en muchos casos descontrolado y caótico. Los sistemas de comunicación de masas, que vinculan a sociedades y pueblos de todo el mundo, los Estados poderosos y burocráticos, los pueblos que luchan por conducir y controlar sus vidas desafiando a los dirigentes políticos y económicos, y un mercado capitalista mundial en expansión que busca conducir el mundo, en muchos casos más cercano a la especulación financiera que a los medios de producción real.

El pensamiento moderno conlleva necesariamente una autocrítica y autorrenovación permanente y perpetua e implica concebir el modernismo como un proceso no definitivo y abierto, en el que los hombres y mujeres son tanto sujetos como objetos de la modernización, en la búsqueda de sentir mayor comodidad en un mundo en constante cambio.

Dar cuenta, según lo define el filósofo Marshall Berman, que “Ser modernos es vivir una vida de paradojas y contradicciones. Es estar dominados por las inmensas organizaciones burocráticas que tienen el poder de controlar, y a menudo destruir, las comunidades, los valores, las vidas, y sin embargo, no vacilar en nuestra determinación de enfrentarnos a tales fuerzas, de luchar para cambiar su mundo y hacerlo nuestro. Es ser a la vez revolucionario y conservador, vitales ante las nuevas posibilidades de experiencias y aventuras, atemorizados ante las profundidades nihilistas a que conducen tales aventuras modernas, ansiosos por crear, asirnos de algo, aún cuando todo se desvanezca”. (3).

Debemos en definitiva recuperar al hombre moderno, al sujeto asíduo al juicio responsable y alejado de la opinión irresponsable, un sujeto activo capaz de accionar en y sobre el mundo, encauzando las fuerzas económicas, políticas y sociales que continuamente atentan contra su propia supervivencia.

Tecnología subordinada

La tecnología se presenta como el conjunto de conocimientos propios alcanzados por una sociedad y pertenecientes a una técnica determinada y entendida, esta última, como una serie de acciones con las que el hombre produce realidades que anteriormente no existían.

Determinar cuáles son los medios con los que contamos, qué tipo de relación establecer con ellos, y cómo incrementar nuestra capacidad de construir realidades que antes no existían, con nuestras tecnologías disponibles, es la tarea que nos pertenece en el ejercicio de la arquitectura.

Incrementar nuestra capacidad de generar nuevos materiales y utilizarlos en pos de cumplir con las funciones básicas del habitar de la arquitectura -siempre universales en el tiempo y el espacio-,  y a la vez abandonar el concepto de monofuncionalidad de los mismos. Nuevos materiales capaces de poder ventilar, de ver a través, de iluminar, de producir los intercambios energéticos necesarios con el medioambiente, de reaccionar frente a las condiciones externas, y de poder dialogar con el entorno del cual forman parte.

El encauce de las variables económicas es indisociable de la responsabilidad en la materialización de nuestra arquitectura. Concebir la economía al servicio y subordinada al ejercicio de la disciplina y no en detrimento de ella, es entender finalmente, que el ejercicio de la arquitectura es para la sociedad y no en beneficio exclusivo del inversor.

Debemos comprender a la tecnología como subordinada a las concepciones artísticas arquitectónicas y contemporáneas, ni la supremacía técnica que deviene definitivamente en artefactos tecnocráticos, ni las materializaciones provenientes de tradicionalismos de corto aliento, que sólo persiguen aspiraciones y especulaciones del arquitecto que las concibe, al tiempo que distorsionan procesos productivos y de industrialización.

Mies afirmaba cuando sus alumnos le preguntaban “De aquí hacia donde vamos...?”, a lo que respondía :...No estamos al término, sino al inicio de una época; una época orientada por un espíritu innovador, impelida “por nuevas fuerzas técnicas, sociales y económicas y dotada de nuevos instrumentos y materiales. Por todas estas razones tendremos una nueva arquitectura.”(4)

Imaginar y poder crear nuevos modos de modernidad en los que el hombre no exista en beneficio del desarrollo, sino el desarrollo en beneficio del hombre, corresponde a nuestra tarea, así como comprender que el ejercicio de la arquitectura no es moneda de cambio sino, instrumento de transformación.



Federico Marino, 
Septiembre, 2015.


* Extracto de la ponencia del congreso.

(1) Mies van der Rohe at work. Peter Carter. 1974. Ed. Phaidon. Pág.172.
(2) Ludwig Mies van der Rohe, Escritos, Diálogos y Discursos. Colegio de Aparejadores de Murcia. 2003. Pág. 31. Título Original: “Baukunst und Zeitwille”,  Der Querschnitt, nro.4, 1924.
(3) Todo lo sólido se desvanece en el aire. La Experiencia de la Modernidad. Marshall Berman. Ed. Siglo XXI. México. 2011.
(4) Mies van de Rohe, La palabra sin artificio. Reflexiones sobre arquitectura 1992/1968. Fritz Neumeyer.Ed. El Croquis.  Pág. 502. Título original :”Wohin gehen wir nur?. Artículo publicado en la revista Bauen und wohnen, 15. 1960. Nro.11 pág. 391.

 

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